• Un dragón pequeño

Un dragón pequeño

Nos Cayó el 20

Introducción

Quédate en casa es una de las frases más sonadas durante la pandemia, pero ¿qué pasa cuando la calle es tu hogar? Susana, una cuentacuentos que desde muy joven vivió en la calle, nos acerca a una realidad que muchas veces ignoramos. El estigma, las pocas redes de apoyo, la negación de servicios y la invisibilización por parte del Estado y la sociedad, son el día a día para la población callejera. Sin embargo, para Susana quien huyó de la violencia donde creció, la calle se volvió en su refugio y nos comparte qué significa un verdadero hogar para ella.

Susana:

Cuentan ¿qué cuentan? por eso yo te vengo a contar que había una vez un país llamado México. México es un país hermoso y maravilloso, en ese país tan hermoso se escuchó un terrible rumor, se avecinaba una enfermedad muy grave, una pandemia fuerte, se llamaba coronavirus. El coronavirus tenía muchas exigencias a su paso, alguna de ellas era estar en cuarentena, usar cubrebocas, gel antibacterial, pero sobre todo, quedarse en casa. Todo se volvió un caos, en México, dentro de las comunidades existen unas pequeñas comunidades, muy poco perceptibles, a pesar de estar en el interperie, eran las personas de población callejera. Fue vivir un caos dentro del caos, se vieron envueltos en pánico, pues tuvieron días sin tener siquiera para comer y lo que más les preocupaba era darle de comer a sus hijos. Así que decidieron ponerse en acción y se les ocurrió conseguir agua, clarasol y trapos, se armaron de valor, se subieron a camiones, trolebuses y metros a hacer pequeñas labores de limpieza en tubos y manerales de estos transportes y pidieron cooperación de la gente. Así lograron poder sobrevivir un poco a la crisis, pues para ellos no había un lugar seguro, era muy difícil mantener las medidas sanitarias exigidas, los que habían logrado tener un empleo, lo habían perdido y algunos se vieron obligados a regresar a la calle, pero como en los cuentos existen hadas madrinas, en este también. Para ellos fue El Caracol, pues ellos se encargaron de llevar a medida de sus posibilidades, alimentos, cubrebocas, gel antibacterial, pero lo más importante que les pudieron dar fue algo que es un tanto difícil de explicar, fue un sentimiento poco conocido para ellos, fue el recordar que ellos existían, que eran seres humanos, que a alguien les importaba, fue devolverles esa chispa de querer seguir viviendo y luchando. El Coronavirus seguirá existiendo, pero la moraleja de este cuento es que cuando un ser humano le extiende la mano a otro ser humano, no hay dragón que no puedan vencer. Mi nombre es Susana González Morales, yo soy una cuentacuentos y mi cuento se titula “Un dragón pequeño”.

(Sonido: se descuelga auricular) (Sonido: monedas chocando) (Sonido: alguien presiona teclas del teléfono)

Yolanda Segura

Yo soy Yolanda Segura y estás escuchando “Nos cayó el veinte” un podcast que nos acerca a diversas realidades durante la pandemia. Para conectar. Escucharnos. Una moneda tras otra. Te presentamos nuestro quinto episodio: “Un dragón pequeño”. Quédate en casa, una de las frases más sonadas durante esta pandemia, ¿Qué significa para ti? Trabajar desde casa, solo salir para ir al super, aprender a cocinar, ver películas por diferentes plataformas, reunirse con amigues por videollamada. Quedarse adentro, refugiades del exterior. Pero cuando la calle es tu hogar ¿Qué pasa? Susana tiene 36 años, es cuentacuentos y desde muy joven vivió en la calle. El hada madrina que menciona en el cuento es El Caracol, una organización que contribuye a la visibilidad e inclusión de las poblaciones callejeras y en riesgo social. Fue a través de El Caracol que conocimos a Susana.

Susana:

Cuando yo me salgo, una de tantas veces a la calle, a los 17 años, me salgo porque mi hermano el mayor nos pegaba mucho a los más chicos y él me espiaba cuando me bañaba, hubo un intento de abuso, me tenía que envolver en una cobija para que en las noches él no me tocara y lo que me llevó a tomar esa decisión de salirme a la calle fue porque cuando yo le dije a mi mamá, pues mi mamá como que se molestó conmigo, me hizo sentir culpable. Recuerdo que una vez cuando me salí a la calle pues me salí en chanclas, sin suéter, pues huyendo de una de las golpizas de mi hermano y recuerdo que lo primero que hice al echarme a correr fue salirme de la casa donde vivíamos y mi primer instinto fue correr. Yo me acuerdo que me salí corriendo, llorando y en una de esas, un tipo me iba siguiendo y me iba diciendo, pues obscenidades, entonces me dio más miedo y me seguí echando a correr. Encontré una caseta, un módulo de policías y escuché voces y oí música y vi luz, entonces yo creo que este tipo se espantó porque pensó que le iba a pedir auxilio a los policías, pero la verdad es que mi desconfianza hacia los hombres ya era muy grande. Mi miedo fue decir: “¿Qué tal si me meten y como me ven como estoy vayan a abusar de mí? Mejor aquí me quedo”. No toqué la puerta, sólo me quedé en las escaleras encogida. Me empezó a dar frío y bajé las escaleras y seguí caminando, pues llorando, pasé a un canal y encontré una jardinera circular y lo primero que se me ocurrió fue buscar con qué taparme, entonces sobre el canal encontré un plástico azul, me metí en la jardinera y me tapé con el plástico. Recuerdo que fue mi primer noche realmente en calle, fue una fijación que hasta la fecha lo puedo recordar, puedo oír los sonidos, puedo oler el canal. De ahí en adelante pues le perdí miedo al monstruo de la calle, al contrario, lo vi como un aliado.

Yolanda Segura:

Solemos pensar que la calle es un lugar inhóspito, pero para Susana y muchas otras personas que huyen de la violencia en su casas, se convierte en una especie de refugio. La mayoría de las personas de la población callejera viven al día. Para Susana, contar cuentos se convirtió en su escape y una forma de ganarse la vida.

Susana:

El cuento nació en mí cuando yo tenía aproximadamente como 8 o 9 años, que yo me acuerde. Mi papá era alcohólico, yo amaba a mi papá porque era el único en toda la casa que me daba atención, que yo sentía afecto, amor de él hacia mí, cuidados. Y me acuerdo que mi papá tenía una consola que todavía se escuchaban esos discos grandotes negros, me acuerdo que una vez que llegó chido mi jefe, llegó con un disco de Julio Jaramillo y llegó con un disco de cuentos, entonces me dijo: “Primero te voy a poner tus cuentos, mi negra” porque me decía “mi negra” y me pone el cuento, pero a pesar de que se oía el cuento, él lo iba narrando e iba haciendo las voces. Yo siento que fue lo que se me quedó en el corazón y en la mente. Mi papá también siempre me inculcó la lectura, me dejaba leer libros y yo quería leer desde pequeña, yo tendría como unos 12 años cuando leí mi primer libro completo y así fue, cada libro que yo leía, yo le decía “se trató de esto, no me gustó esto y me gustó esto…” y yo siento que ahí fue una parte muy importante en la que jugó mi papá en mi vida y que yo adquirí la lectura y yo que adquirí el cuento. Yo empecé a contar cuentos porque me acuerdo que yo escuché a dos chavos contar cuentos y así y entonces la neta me encantó, me fascinó el verlos y cómo lo interpretaron y cómo lo representaron, para mí fue algo hermoso y desde ahí yo vi que pedían cooperación y que pues era una manera de conseguir dinero. Tiempo después nació mi hija Melanie y yo con su papá llevé una relación muy tóxica, nos pegabamos, él me pegaba embarazada, fue algo muy fuerte. Entonces yo me acuerdo que una ocasión mi hija ya había nacido y él me quitó –yo era vendedora de dulces– y él me quitó la mercancía y me quitó el dinero y me quedé sin nada. Eran las 9, 10 de la noche, y lo primero que se me vinieron a la mente fue que mi hija ya estaba miada, que necesitaba un pañal, que estaba chillando porque quería leche y que mis hijos me estaban esperando en casa. Fue una frustración, me senté y me puse a llorar y a llorar y a llorar hasta que llegó un amigo y me dijo que qué tenía, le empecé a contar y me dijo: “No te des por vencida, yo siempre te he admirado porque eres una persona muy capaz, tú puedes Susana”. Esas palabras, yo me acuerdo que me hicieron pararme agarrar a mi hija en el rebozo, me subí así sin pensarlo al metro y empecé a contar un cuento. La verdad es que gracias a Dios esa noche me fue muy bien con el cuento, me hice una cantidad que nunca me imaginé. El primer cuento que escribí fue sobre Susana, sobre sus 15 años que soñaba y que no le dieron, de cómo la hicieron creer que era mala, que no se merecía nada, que era tonta y que Susana se lo creyó y que Susana se fue envolviendo en el mundo de las drogas, cómo Susana llegó a la calle y me acuerdo que ese cuento yo lo escribí para mi mamá, en modo de expresarle el por qué yo era así.

(sonido de moneda entrando y cayendo por la ranura de un teléfono público)

Yolanda Segura:

La población callejera suele estar expuesta a mucha violencia. Por lo regular tienen pocas redes de apoyo y se han acostumbrado a la negación de servicios y a la invisibilización por parte del Estado y la sociedad. Entrevistamos a Alexia Moreno, coordinadora de El Caracol. Lleva cinco años realizando diversas actividades con poblaciones callejeras, entre ellas la Escuela de Mariposas.

Alexia Moreno:

Hoy fuimos a La Escuela de las Mariposas, el nombre completo es “La Escuela de las Mariposas, un lugar para soñar, conocer mis derechos humanos y promover la igualdad”.

Maestra Escuela de las Mariposas:

Vean, ¿qué pueden observar ahí?

Voz de niño 1:

Que crecieron medianos... Maestra Escuela de las Mariposas: Medianos, pero mira cómo…

Voz de niño 2:

Bueno, un poquito chiquito.

Voz de niño 3:

Medianos, ya está la raíz.

Maestra Escuela de las Mariposas:

¿De qué color es?

Voz de niño 4:

Blanquita...

Alexia Moreno:

La escuela de las mariposas es un dispositivo que desarrollamos debido a que nos dimos cuenta que las y los niños cuando iniciaron las clases a distancia, las niñas y niños con quienes trabajamos no tenían forma de conectarse a clases, no contaban con los dispositivos electrónicos para hacerlo, pero sobre todo sus mamás no contaban con las herramientas pedagógicas para acompañarles. Estaban teniendo rezago educativo importante, entonces decidimos en conjunto empezar a llevar la escuela a las calles, pero no queríamos que la escuela sólo fuera eso, ir ayudarles a resolver tareas, entonces lo que decidimos hacer fue por una parte acompañar la parte académica, entonces evaluamos con el estándar de la SEP, con el mismo examen diagnóstico que hizo la SEP, pero a la par empezamos a trabajar temas vinculados a la igualdad, a los derechos humanos, decidimos empezar a trabajar a la par sobre todo con las mujeres porque reconocíamos que estaban viviendo la pandemia de una forma diferente a sus compañeros hombres y eso no significa que los hombres no la estuvieron pasando mal, pero ellas empezaron a quedarse con la necesidad de trabajar, o sea sus fuentes de trabajo estaban cerradas por la pandemia. Algunas empezaron a irse a limpiar a los trolebuses, entonces limpiaban los tubos, daban gel antibacterial y así sacaban dinero, pero bueno tenían por un lado la necesidad de trabajar y generar dinero, pero por el otro continuar con las tareas de cuidados de sus hijas e hijos, entonces estaban pasando muy mal el tiempo que tenían para hacer todo eso era muy poco y reconocían el riesgo que tenían sus familias.

Mujer 1:

Pues hablamos de que hay violencia sexual, física, verbal y... ¿cómo se llama la otra la de dinero? se llama, económica y ya…

Yolanda Segura:

Ellas son las mujeres del parque de la raza hablando sobre la violencia contra la mujer.

Mujer 2:

Es que la sesión del día de hoy es en conmemoración del 25 de noviembre, es el día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres.

Mujer 3:

El hombre siempre te va a estar culpando, que “porque tú te vistes así, que porque ajá…” no falta que que te lleguen y te violenten tanto los policías…

Mujer 4:

Cuando pasa algo así, la que tiene la culpa es la mujer, no el hombre…

Mujer 3:

Lógico que es más riesgo en la calle…

Mujer 5:

Porque nadie te protege, exacto.

Mujer 3:

Ajá...

Mujer 6:

Pero hasta eso sí hay quien te tira un paro…

Mujer 3:

Pero ahorita creo que son más los hombres y salimos más las mujeres a hacer paro, la verdad. Ahorita cualquier pedo, salen más las mujeres que los hombres.

Alexia Moreno:

¿Qué es lo que más me gusta de lo que hago? Pues creo que siempre ha sido acompañar a mujeres y niñas, creo que todas las mujeres en el mundo vivimos situaciones de riesgo. Desde que las acompaño, desde hace 5 años me ha tocado vivir muchos eventos de violencia con ellas, desde temas de abuso sexuales, violencia física, violencia psicológica por parte no sólo de sus parejas, sino de gente del DIF, por ejemplo, de los ministerios públicos que las revictimizan y las culpan por estar en el espacio público, les han dicho que a lo mejor su cuerpo es público por vivir ahí, entonces como escuchar esas experiencias y buscar la forma de darle la vuelta y que las chavas reconozcan que tienen derechos, que tienen sobre todo derecho a vivir una vida libre de violencia, que puedan buscar ahora espacios para participar y hacerse escuchar. Yo siempre he creído que las redes de mujeres salvan vidas, entonces creo que la red que se ha construido con las mujeres de calle, es una red que se está haciendo bastante sólida, sé que las chavas siempre van a apoyar a quien va a tener un problema y me ha tocado verlo cuando una de ellas no tiene para pagar el cuarto, le ayudan a sacar el dinero, se las llevan a sus cuartos, cuando alguna le han intentado, le han quitado a su hijo o hija, les acompañan como en el proceso, es decir sí es un grupo de mujeres muy sólido que a lo mejor no se ve de forma tan constante, pero hemos logrado hacer eso, o sea hacer como comunidad, generar redes de apoyo y creo que eso es lo que me gusta mucho, porque al final yo sí creo que podemos generar muchas condiciones a lo mejor para que la población callejera viva de forma digna, pero si sus redes de apoyo siguen siendo frágiles, es muy probable que vuelvan a la calle.

(sonido de moneda entrando y cayendo por la ranura de un teléfono público)

Yolanda Segura:

A veces al pasar junto a personas que duermen en la calle solemos voltear la mirada. Como si no existieran. ¿Por qué no queremos verles? ¿Por qué nos resulta tan incómodo? La discriminación es el pan de cada día para las poblaciones callejeras.

Susana:

Pues nos ponen muchas etiquetas: los mugrosos, holgazanes, drogadictos, malos padres y madres, insensibles, faltosos, son unas de las etiquetas que por lo regular en cuanto nos ve la gente o cuando tú les dices que eres de calle, son las primeras etiquetas que te ponen. Y yo siempre les he dicho que no nos deben de juzgar sólo por la apariencia, a veces. Muchos de los muchachos choferes con los que yo he convivido, me dicen: “Es que tú no te ves igual que tus demás compañeras, por eso te subimos a ti”. Eso me hizo enojar mucho, porque yo le dije: “No me juzgues, más bien no las juzgues por su apariencia, yo me puedo ver limpia porque qué crees, gracias a dios tengo un lugar donde bañarme, donde lavar mi ropa, una conciencia que dios me regaló a pesar de todo lo que yo me metí de droga, que hoy me permite verme presentable. A muchas de ellas ya no, ellas no tienen la misma oportunidad, pero no por eso dejan de ser mujeres y no por eso dejan de merecerse tu respeto, son mis carnalas y yo sí exijo un respeto para ellas”. Y eso los ha hecho cambiar un poco su perspectiva hacia a ellos, yo les dije: “Yo sé que hay gente buena y hay gente mala, pero date la oportunidad de conocer a cada uno de ellos, a conocer su historia, el por qué ellos son así o por qué están así”. Pues me late porque varios ya agarran, como ustedes dicen les cae el veinte, y pues a varios no, pero es que es poco a poco.

Alexia Moreno:

Creo que la población callejera históricamente ha sido atendida desde dos polos, por así decirlo, o se les criminaliza bajo el hecho de que son personas que decidieron vivir en la calle, que son vagos o vagas, adictos, que en el caso de las mujeres que pueden ser malas madres, que son putas, o sea ese es como la forma en la que se les etiqueta. Se ha buscado atender desde la criminalización y entonces en criminalización es “te voy a sacar de la calle para anexarte, para llevarte al reclusorio porque cometiste algún delito” o desde la parte asistencial, que es como esta lógica de sí abrir albergues donde a lo mejor pueden dormir, pasar la noche, pero no se focalizan en un proyecto de vida.

Yolanda Segura:

Negarles derechos humanos universales les estigmatiza aún más, les quita oportunidades que merecen, como tener un techo, un trabajo digno, acceso a la salud, a la justicia, a la información y a tener una familia. Es común que a las mujeres en situación de calle las separen de sus hijes. Puede ser la policía en el metro mientras trabajan o en los hospitales inmediatamente después del parto.

Alexia Moreno:

Aquí siempre les decimos que tienen que promover el buen trato para ellas y sus grupos o sus compañeros y compañeras, ¿y eso qué significa? que en cualquier espacio a donde vayan tienen que recibir la información, que sea comprensible para ellas, que tienen que recibir una atención adecuada en el sentido de que no les hagan esperar mucho tiempo, que les resuelvan todas sus todas dudas, si van a un espacio de salud que de verdad les revisen y les dediquen el tiempo necesario para la consulta, porque ha habido veces que las atienden en 5 minutos y las dejan. Insisto, en el caso del trabajo con mujeres y niñas es con quien yo más trabajado, es súper importante empezar a hacerlas visibles y empezar a incluirlas no desde una parte como de tutela o de representación sino sí hacer que los espacios las incluyan y las escuchen. Creo que en la medida en la que vayamos entendiendo que son personas que necesitan ser escuchadas, que también tienen muchas cosas que proponer y que sólo ellas van a saber la complejidad que implica vivir en la calle, o sea en la medida que logramos hacer eso, vamos a lograr que la banda de calle empiece a mejorar sus condiciones de vida y empiece a vivir de forma digna.

Yolanda Segura:

A pesar de la adversidad del sistema, con apoyo de organizaciones como “El Caracol”, algunas personas logran pasar de vivir en las calles a poder rentar un cuarto o un departamento, pero no es fácil esa transición. Susana nos cuenta cómo ha sido su experiencia.

Susana:

Pues toda una experiencia (risas) porque te voy a decir la verdad que muy pocos de la calle se atreven a contar, o se atreven a decir. Fue difícil porque en la calle no hay horarios, hay reglas pero de tu propia comunidad, pero en sí reglas fijas y establecidas pues no hay, y volverte nuevamente a una vida normal es todo un show porque para empezar pues no es la misma comida, porque los chavos de calle la mayoría comen, pues comida chatarra, o sea es la diferencia en que en calle tienes que comer lo que hay y en casa puedes hacer de comer lo que tú realmente quieres comer, pues yo puedo hacer más comida, una más saludable que me rinda más y más económica, que los chavos de calle pues no tienen esa oportunidad. Es el ubicarte que pues ya tienes una, bueno es bien chido, tener tu casita y el cobijarte, el sentir a tu familia segura y a salvo es una satisfacción que no la puedo describir. El ahora ver a mis hijos acostados con un techo para ellos, que son sus cosas, que es su espacio, para mí es una satisfacción muy grande, muy grande porque los chavos que viven en calle o los niños, la niñez en calle, viven cosas muy fuertes.

Yolanda Segura:

La estabilidad económica de quienes pasan de vivir en la calle a tener un techo es muy frágil, depende de un montón de cosas, como un entorno seguro, conseguir y mantener un trabajo, conseguir un tratamiento en caso de adicciones o la posibilidad de acompañamiento en caso de discapacidad física o psicosocial. La pandemia vino a desestabilizar aún más a esta población.

Alexia Moreno:

Si la banda de calle de por sí ya estaba abandonada, pues ahora con menos organizaciones teniendo presencia en la calle era cada vez más, entonces hubo más eventos de discriminación, les decía de limpieza social, las chavas nos llamaban diciéndonos que habían llegado a las 2am a querer quitarles y a querer llevarse a sus hijos. Otro de los efectos que empezamos a ver es que se quedaron sin espacios primero para dormir, o sea los albergues cerraron al 50% y se tenía o se tiene ahora no tengo muy claro si siguen con lo mismo, la política de que si tú salías ya no podías volver a entrar porque automáticamente te volvías un foco de contagio, entonces mucha banda se salió de los albergues en los primeros 15 días porque necesitaban salir a trabajar, necesitaban cosas para sus hijas e hijos, quienes tenían, para comer o incluso para el consumo, para ya sea solvente y demás pero necesitaban seguir trabajando y generando dinero, entonces mucha banda decidió quedarse como mejor en la calle. Los hoteles cerraron a inicios de abril, entonces muchas familias que ya no dormían en la calle, pero sí trabajaban y permanecían todo el día en la calle, pues volvieron a ocupar el espacio público. Ubicabamos casos de gente que tenía más de 10 años de haber dejado las calles que estaban otra vez ahí, pero ya no solo era el chavo o la chava, sino ya era toda la familia. Ubicamos también familias nuevas que nunca habían vivido en la calle y que con la pandemia perdieron sus trabajos, se quedaron sin dinero para pagar las rentas y terminaron viviendo en la calle.

Susana:

Fue regresar, ¿no? fue dar un paso atrás. Susana ya se paraba temprano, se iba a trabajar y regresaba en las tardes, estaba con sus hijos y les dedicaba tiempo y ahora con la pandemia pues más fuerte porque tengo que trabajar el doble, porque ya no puedo estar tanto tiempo con ellos, porque regresé a lo mismo, a tener que estar en calle, a convivir otra vez con chavos de calle y es dar un paso atrás y ver que no sólo yo, sino que muchas compañeras les pasó lo mismo.

Yolanda Segura:

Hace más de 10 años en 2009 con la influenza AH1N1 sucedió algo parecido, pero no aprendimos, siguen sin haber estrategias integrales para atender a la población callejera De nuevo, son las acciones de la misma población y de organizaciones de la sociedad civil las que implementan estrategias y protocolos para impulsar una vida mejor.

Alexia Moreno:

El Caracol empezó un 23 de marzo y la Jefa de Gobierno presentó esta estrategia que estaba haciendo de la mano de SIBISO el 27 de marzo, empezó cuatro días después que la brigada de El Caracol. Una de sus acciones eran de desinfección de espacios, entonces lo que nos contaba la banda es que llegaban y rociaban las cosas con una especie de desinfectante y pegaban un letrero que decía “zona desinfectada”, eso lo que provocó es que la comunidad dijera: “Ah, esto es un foco de infección, entonces tengo que hacer algo” y empezamos a tener testimonios de banda que nos decía que cuando estaban durmiendo pasaba la vecina o el vecino y les rociaba cloro o les echaba agua o les corría o no les dejaba entrar al metro porque el mensaje era ese, que las personas que viven en la calle eran portadoras del virus. Cuando les preguntábamos por ejemplo si sabían que era el COVID, me decían que era la enfermedad de la mugre, porque claro si las acciones de prevención eran cambiarte de ropa de forma constante, desinfectarse y lavarte las manos, ellas y ellos no lo iban a poder hacer de forma tan constante porque no tenían acceso a agua, porque no contaban con jabón o gel antibacterial, pero sobre todo no tenían información de qué era lo que estaba pasando. Había mucho estigma con la banda de calle porque pues decían que como eran personas que no tienen acceso a fuentes de agua, que su higiene no es tan buena como quienes sí tienen una casa y tienen agua, pues podrían ser un foco de contagio. Sin embargo en ocho meses no hemos encontrado un caso en todas las brigadas que hemos hecho.

Yolanda Segura:

Para el 2018 había más de 4 mil personas viviendo en la calle sólo en la Ciudad de México, de ellas 522 eran mujeres, además 2400 vivían en albergues, estos datos no se han actualizado desde entonces y es probable que con la pandemia hayan incrementado. Las pocas cifras que se tienen son un indicador del desdén institucional. Muchas realidades terminan fuera de los datos, sin mención en los informes y sin ser parte de las conversaciones comunes que tenemos. Ya ni hablar de políticas estatales. Esto me pone a pensar, ¿Para ti, que es un hogar?

Susana:

Un hogar, muchos pueden imaginarse una casa, con sus chimeneas, con su carro, bien bonita, bien arregladita, su jardín. Yo siento que un hogar no representa eso, lo que me enseñó la calle es que puedes encontrar un hogar en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia. Un hogar no lo conforma algo material, un hogar lo conforman las personas y lo que se entregan emocionalmente esas personas, eso para mí conforma un hogar.

Alexia Moreno:

Que lo importante acá sería reconocer que no porque una persona viva en la calle pierde automáticamente todos sus derechos, sino por el contrario, se tienen que generar los mecanismos sí para que dejen de vivir en la calle, pero también mientras están ahí ¿qué vamos a hacer para que sí puedan ser atendidas o atendidos? para que puedan acceder a la justicia, que sí creo que tiene que, que todas las personas deberíamos tener las condiciones mínimas para vivir dignamente. Sí creo que cualquier persona tendría que tener un lugar para vivir, tendría que vivir un espacio donde no sea violentada o violentado, tendría que tener estas redes de apoyo que les ayuden a resolver si existe algún problema, y la banda de calle pues muchas veces no cuenta con esto.

Susana:

El cuento para mí es un arte, es algo hermoso, es terapéutico para mí. Cuando te metes al vagón se te quedan viendo como que “¿está qué?” porque te metes observando a tu público y te les quedas viendo y ellos así como de “¿qué me ve esta, esta qué onda?” y cuando empiezas a contar el cuento se quedan así de “¿ta’ loca o qué?” pero cuando ya los vas envolviendo en el cuento y les ves como cambia su rostro y los ves como se ven entrando contigo a tu imaginación, al cuento, pierdes las desconfianza, haces un lazo entre la gente y tú, que te hace volar, que te hace desenvolverte, el verle los ojos y el penetrar en ellos es muy chido, es muy chido. Para mí contar cuentos como yo les decía, para mí es terapéutico porque yo una vez le dije a un amigo, me dijo: “¿Cómo te está yendo Susi?” – él también cuenta cuentos– le digo: “Mal amigo”, “¿por qué’”, “es que muy sacada de onda…” y ya le platiqué mi problema y me dice: “¿y este problema que te hace sentir?”, “la verdad estoy muy enojada…” “pues cuenta el cuento que hable de alguien que está muy enojado” y yo le dije “¿en serio?” “sí, cuando te sientas triste cuenta un cuento que te haga sacar ese sentimiento, cuando estés muy eufórica también cuenta un cuento que hable de la felicidad” y así fue, la verdad es que cuando yo estoy triste o así o tengo un sentimiento cuento un cuento y me viajo, me viajo y al final lo que me gusta de mis cuentos es que hay una solución y una salida al problema y para mí me dan la solución al mío.

Yolanda Segura:

La pandemia ha visibilizado aún más situaciones que ya no podemos ignorar. Urge que el Estado reconozca las carencias sistémicas que tiene hacia la población callejera y que existan al menos datos oficiales para que se pueda actuar según sus necesidades. Todes merecemos una vida plena. Si quieres apoyar a El Caracol puedes contactarles a través de sus redes sociales de facebook, twitter e instagram. Los puedes encontrar como “@ElCaracolAC” Puedes ayudar donando dinero o productos en especie como cubrebocas o gel antibacterial. También cosas que se puedan comer directo del empaque como atún, sardinas, galletas. Agradecemos a todas las personas que compartieron su historia para este episodio: a Susana, a Gaby, a las mujeres que formaron parte del taller del parque de la raza, a Alexia y a todo el equipo de El Caracol. Gracias por escuchar. Yo soy Yolanda Segura y esto fue el quinto episodio de “Nos cayó el 20”, un podcast del Observatorio Género y COVID-19. Puedes encontrar más información en: www.genero-covid19.gire.org.mx Este episodio fue producido por Candela Cine. Te esperamos la próxima semana con nuestro último episodio. Seguiremos echando monedas hasta que nos caiga el 20.